lunes, 12 de noviembre de 2012

VÍCTOR MAZZI Y EL GRUPO INTELECTUAL PRIMERO DE MAYO.

Víctor Mazzi Trujillo en su puesto de libros en la Universidad La Cantuta. 1975

VÍCTOR MAZZI Y EL GRUPO INTELECTUAL PRIMERO DE MAYO.

Artidoro Velapatiño


Conocí a Víctor Mazzi Trujillo, en 1966, cuando él vendía libros en un puesto ubicado en las escaleras que conducían al comedor de estudian¬tes de la Escuela Normal Superior, que después de una ardua lucha con huelgas y marchas, se convirtió en Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta.

Víctor vendía libros de política, ciencias sociales, pero sobre todo de literatura. En alguna de nuestras primeras conversaciones, me enteré que él era un famoso poeta obrero. Yo le mostré algunos de mis primeros poemas y él me animó a seguir escribiendo y me recomendó algunas lecturas. Muy pronto congeniamos, así llegué a saber de la existencia del Grupo Intelectual Primero de Mayo, del cual Víctor había sido fundador junto al poeta obrero Leoncio Bueno y otros intelectuales obreros como Eliseo García, José Guerra Peñaloza y Carlos Loayza.

Pronto me convertí en su asiduo visitante, donde se suscitaban amenas charlas sobre literatura, pintura, arte, política, pedagogía o de lo que sea, y donde concurrían estudiantes y docentes. Se sumaba a la conversación Ricardo Respaldiza1, era de aquellos maestros que prolongan su cátedra más allá de las aulas. También el novelista Oswaldo Reynoso, aunque no tuve la suerte de tenerlo entre mis maestros, porque yo soy de la especialidad de Matemática. Él fue uno de mis primeros lectores críticos y consejeros. A veces pasaban por ahí Juan Gonzalo Rose, Ricardo Dolorier Urbano; el profesor Rojas penas. Solían detenerse para charlar un rato Guillermo Deli y Luis Yañez2, Y como no, el Rector Juan José Vega, a quien mis compañeros de promoción de la especialidad de Historia lo recuerdan con cariño y agradecimiento. En fin gente de alguna trascendencia, si no caía por ahí, al menos resbalaba.

Cuando tenía algún tiempo en las noches lo iba a visitar a su casa en Chosica, (¡hermosa casa!, con sus árboles de palta mexicana, eucaliptos y carrizales) ubicada a orillas del río Rímac. Un largo callejón conducía a la casa del poeta. Allí conocí a doña Justina Huaycuchi, esposa de Víctor, querendona y bondadosa como ninguna, pero trabajadora y firme en sus decisiones y a sus seis hijos.

Enero de 1974, en el puente colgante de Chsoica. Alberto Andía, Carlos "el marques de Oliveira",
Víctor Mazzi Trujillo, Eduardo Ibarra y Artidoro Velapatiño.
Víctor tenía en su sala una pequeña mesa se trabajo, con su máquina de escribir Remington, un viejo sillón y un famoso sofá donde pernocté infinitas veces. Había también un tocadiscos y por allí estaban algunos libros y una ruma de discos de 45 y 33 r. p.m. y también viejos discos de 78 r.p.m. que se ejecutaban en una vieja victrola.

Víctor escribía sus poemas a mano con lápiz o con una pluma metálica mojando en un tintero. Cuando usaba su vieja máquina de escribir, lo hacía usando un sólo dedo: el índice de la mano derecha. Había adquirido cierta habilidad con esa extraña manera de escribir y lo hacía a una velocidad notable.

Yo a veces le llevaba mis poemas para recibir su crítica que era severa, aunque sin la rigurosidad de Segundo Cancino, porque a veces era condescendiente conmigo, porque tenía fe en que mejoraría. Con otros jóvenes era implacable.

Nuestras conversaciones eran largas. Él me contaba su niñez y sus experiencias como obrero, siempre con el fondo musical de jazz, tango, música clásica o folklore. A veces me leía poemas de Hesíodo, Luis Cernuda, Nazim Hikmet, Elvio Romero, Carlos Oquendo de Amat y luego comentábamos. A veces me acompañaba David Valenzuela. Muchas veces teníamos que culminar la conversación, porque tenía que volver a la residencia estudiantil de la Universidad La Cantuta.

Durante esa época, La Cantuta vivía una brillante etapa, con excelentes profesores en todas las especialidades. Al menos en Matemática teníamos a Roberto Velásquez, que no solo era connotado matemático, sino lector de Omar Khayyam, de Buda, Albert Camus, Marcel Proust y conocedor de las Ciencias Sociales. Nicanor Cáceres Lozano, Alberto Cáceres, Carlos Cabrera Gen, Olinda Zúñiga, Gloría Sánchez y como profesores visitantes a César Carranza Saravia (reformador de la enseñanza de la matemática), José Tola Pasquel, Francisco Miro Quesada Cantuarias (quien nos dio las bases de la lógica matemática). Y en letras ni qué decir, estaban Oswaldo Reynoso, Washington Delgado, Juan Gonzalo Rose, Ricardo Dolorier, Luis Yáñez, Octavio Rojas, Guillermo Daly. Antes estuvieron: Luis Jaime Cisneros, José María Arguedas, Manuel Moreno Jimeno, Alejandro Romualdo, Francisco Carrillo y Javier Sologuren.

Indefectiblemente había un ciclo de cine club todos los martes, a veces Víctor se quedaba a ver las películas y compartíamos nuestros criterios. Ahí tuvimos ocasión de ver los clásicos rusos: Pasaron las grullas, El sol sale para todos, El tercer tiempo, Hamlet, La balada del soldado, La carta que no se envió. El neorrealismo italiano; Ladrón de bicicletas, Roma ciudad abierta, Rocco y sus hermanos, La dolce vita, Dos Mujeres. El free cinema con películas como: El sirviente, El llanto del ídolo, Eva. La nueva ola francesa; La gran ilusión, Puerto de lilas, Muelle de brumas. El cine clásico norteamericano; Scarface, La diligencia, Un rostro en la muchedumbre, Nido de ratas. El Acorazado Potemkin no se pudo ver, estuvo prohibido por la censura del gobierno de Fernando Belaúnde.Morir en Madrid también estaba prohibido debido a la fuerte influencia de Francisco Franco en Perú3.

Me hice muy amigo de Egúzquiza, muchas veces le ayudaba a proyectar las películas los días martes. Muchos años después, pude evocar estas escenas con ocasión de ver Cinema Paradiso. Los últimos semestres de mi permanencia en la Universidad La Cantuta llevé como curso de actividad: Apreciación de Cine, teniendo como profesores a ALAT (Seudónimo de Alfonso La Torre) y Hugo Bravo.

También habían conferencias de toda índole: allí tuvimos ocasión de escuchar a Víctor Andrés Belaúnde, Mario Villarán, Héctor Cornejo Chávez, José María Arguedas, Luis Guillermo Lumbreras, Luis Millones Santa Gadea y otros importantes intelectuales. Eran celebres las polémicas entre Luis Lumbreras, Luis Millones con Juan José Vega.

Los días jueves eran muy especiales porque se realizaban recitales de poesía donde participaban César Calvo, Alejandro Romualdo, Reynaldo Naranjo, Mario Florián, Gustavo Valcárcel, Javier Sologuren, Arturo Corcuera, Washington Delgado, Francisco Bendezú, Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Juan Cristóbal, Marco Martos, Luis Hernández y muchos otros que no recuerdo. También participaban Víctor Mazzi, Leoncio Bueno, José Gutiérrez del Grupo Intelectual Primero de Mayo.

A mediados de 1967, junto a Eduardo Ibarra, Magno Dueñas, Teodoro Stucchi, Oswaldo Pacheco pasamos a engrosar las filas del Grupo Intelectual Primero de Mayo, donde estaban activos aparte de Víctor, Leoncio Bueno, Jesús Ángel García, Víctor Ladera, Carlos Olivera el «Marqués de Oliveira», José Gutiérrez (Sergio Tea), Gladys Basagoitia, Miguel Carrillo, Jorge Bacacorzo, entre otros.

Chosica, 1974. Víctor Mazzi T. Eduardo Ibarra e hijo y Carlos Oliveira.
Archivo familiar VMT.
Eduardo Ibarra, además de buen poeta (dominaba los poemas breves), estaba muy influenciado por Pablo Neruda en sus inicios, es un gran polemista y era uno de los ideólogos del GIPM y encargado de defender nuestra posición en algunas polémicas con los de Hora Zero y otros grupos que por entonces existían. Teníamos gustos e inquietudes coincidentes y además era uno de los pocos que le gustaban la ironía y el humor. Al principio no le gustaba mucho el jazz y cada vez que Víctor ponía algo de jazz en su tocadisco le decía: «Víctor jazz tas jodiendo». Después se convirtió en un fanático coleccionista de este género musical.

Magno Dueñas, aunque escribía versos y llegó a publicar en el GIPM, era sobre todo un buen tenor y siempre le solicitábamos que cante Granada, o Torna a Sorrento. Participaba bastante en los recitales.

Teodoro Stucchi, entrañable poeta y ensayista, albañil, vivía en una humilde habitación de la Parada junto a sus libros y su máquina de escribir. A él le dediqué el poema Del albañil y su badilejo que pone albas las paredes. Era callado y reservado. Congeniamos mucho.

Oswaldo Pacheco, muy buen cuentista de ciencia ficción, era un asiduo concurrente a las reuniones del GIPM y muchas veces nos enfrascábamos en largas discusiones sobre teoría literaria y política. Nunca fue sectario en sus opiniones políticas.

Leoncio Bueno, junto a Víctor uno de los más destacados poetas obreros fundadores del GIPM, gran conversador y muy noble en su trato. Creo que es una de las grandes voces del GIPM. En su taller de mecánica automotriz El Tungar (recuérdese su poemario Al pie del Tungar) ubicado en Breña, nos reuníamos los sábados a las 4 p.m., reuniones que se prolongaban hasta muy entrada la noche. Allí los miembros del GIPM daban lectura de sus creaciones en poesía, cuento y ensayo y eran sometidos a una feroz crítica donde Víctor y Leoncio, eran los supremos jueces. A veces concurría Spencer O’Connor (intelectual inglés radicado en Chosica) que era el más despiadado crítico y despotricaba contra la abundancia de poetas jóvenes en el Perú4. Las reuniones en El Tungar eran acompañadas de enormes tazas de té con canela y clavo de olor y panes con poesía (pan francés de doble dimensión cortado en dos pero sin nada dentro). En estas reuniones Víctor daba rienda suelta a sus amplios conocimientos de literatura proletaria, matizadas por Leoncio que era otro gran conocedor, muchos de los asistentes aprendieron ahí más de literatura y arte en general que en las aulas universitarias. Leoncio además era y es un magnífico cocinero. Muchos años después, aquí en Tacna en 1980 me volví a encontrar con Leoncio, nos saludamos efusivamente y conversamos, larga y tendidamente. Lástima que él ya no estaba en el GIPM (es un decir, porque nunca dejó ni puede dejar de ser un auténtico y gran poeta obrero) por absurdas controversias que no vale la pena recordar.

Jesús Ángel García, poeta que poseía una prodigiosa memoria porque declamaba largos poemas suyos en los recitales sin papel. Él decía que no sabía escribir y dictaba sus poemas a sus hijos. (Aunque, Víctor confidencialmente me dijo, que eso no era cierto, que si sabía escribir y leer). Excelente amigo y gran preparador de cócteles y tragos. Todos recordábamos su extenso poema que empezaba y terminaba con: «Nadie sabe lo que es ponerse /el cuerpo todos los días.»

Víctor Ladera, también fundador, poeta, gran viajero estuvo en Europa y Cuba, siempre laborando como obrero y sin dejar de escribir. Debatía bastante con Víctor sobre cuestiones doctrinales. Tuve ocasión de presentar un poemario suyo, al concurso convocado por la ACUNI en 1968 y algunos años después me hizo conocer su casa y a su esposa e hijo en Ñaña (Chaclacayo). Era también un conversador muy ameno.

Carlos Olivera, el «Marqués de Oliveira», abogado y excelente cuentista, gran bebedor y célebre por sus aventuras después de memorables trancas. Una vez se puso a andar sobre los techos del barrio El Pedregal (Chosica) y cayó en una casa, encima de una pareja en su tálamo nupcial, armándose un escándalo de la gran flauta. Otra vez en la puerta del célebre bar El Palermo se puso a danzar sobre el techo de los automóviles estacionados frente al bar. Tuvo que intervenir la policía. Una vez se nos escapó en la puerta de El Palermo y aunque lo buscamos hasta el amanecer no pudimos encontrarlo. Teodoro Stucchi lo rescató al día siguiente en La Parada sin saco ni zapatos. Era un tipo inteligente, gran fabulador de historias y proyectos muy ingeniosos, que rara vez los trasladaba al papel.

Con José Gutiérrez me unía además del GIPM, una gran amistad, coincidíamos en muchos aspectos. Además de las clásicas reuniones en la casa de Víctor y en El Tungar nos reuníamos en Lima, junto al intelectual y pintor Maya, radicado en Argentina, y juntos planificamos una obra teatral donde los personajes de los comics se escapan y actúan por si solos. Fue un interesante ensayo aunque no se llegó a plasmar. Eran más interesantes las discusiones que el mismo proyecto en sí. El firmaba en el GIPM como Sergio Tea; acudía a las reuniones junto a su novia y después esposa Sonia Araujo, notable pintora y escultora.

Gladys Basagoitia, poeta e intelectual, radicada en Italia, fue una de las primeras integrantes femeninas en el GIPM, Víctor me la presentó por los años 70 y conocía su poesía por las publicaciones del GIPM. Muchos años después, - el 2008-, nos volvimos a encontrar aquí en Tacna, ella ya anciana leyó sus poemas en el Zeit. Tuvimos un encuentro muy efusivo recordando al GIPM.

Miguel Carrillo, notable poeta y periodista, gran conversador y animador del GIPM, vivía cerca a El Tungar, y a veces, las reuniones sabatinas eran en su casa, complementadas por chifas y tallarinadas que compensaban el pan con poesía. En todos los recitales que él participaba, el público clamaba: ¡Currículum! ¡Currículum!, su más celebre poema (Léanlo, está en la Antología de poesía proletaria, prologada y preparada por Víctor Mazzi y presentada por Paco Carrillo).

A Jorge Bacacorzo, lo recuerdo poco, porque muy raras veces acudía a las reuniones del GIPM. Alguna vez acompañé a Víctor a visitarlo en su casa. Conozco su notable producción y sé por Víctor su participación en las heroicas jornadas de Arequipa, que está testimoniada en su poemario Las eras de junio.

1967 fue un año muy trascendente en muchos acontecimientos: La conversión de la Escuela Normal Superior Enrique Guzmán y Valle, en Universidad Nacional de Educación. La muerte del Che Guevara el ocho de octubre, la guerra del Vietnam. Por supuesto, lo más notable fue la heroica desaparición de Ernesto Guevara. En La Cantuta se realizaba un congreso estudiantil de la Federación de Estudiantes del Perú. Se hizo un alto para rendirle homenaje. El GIPM estaba invitado para participar en el recital, como actividad cultural del evento. El pintor huantino Lama, estudiante de La Cantuta en aquel entonces, pintó un gigantesco mural del Che. Ese año participamos en muchos recitales y actividades culturales.

En 1968 ya graduado como profesor de Matemática, empecé a trabajar en el Colegio Nacional Víctor Andrés Belaunde, ubicado en Santa Catalina, La Victoria. Por supuesto, que no dejé de visitar a Víctor casi todos los sábados para pasar el fin de semana en su casa. Ya no tenía las limitaciones de cuando era estudiante de La Cantuta. Ahí conocí más a Víctor y a su familia y a los demás integrantes del GIPM que lo visitaban los sábados: Eduardo Ibarra, José Gutiérrez, Oswaldo Pacheco, el marqués de Oliveira, David Valenzuela que caía algunas veces, Víctor Ladera, algunas veces llegaban Leoncio Bueno y el compositor Manuel Acosta Ojeda y Ana María Béjar.

Es la época en que conocí más a fondo la creación literaria de Víctor y a través de él a Nazim Hikmet, a Federico García Lorca (cuya poesía escuchábamos a través del gran Jorge Mistral, en especial el Romancero Gitano y el célebre Llanto por Ignacio Sánchez Mejía, quizá una de sus inmortales elegías junto a las Coplas de Manrique y la Elegía a Ramón Sijé), a Miguel Hernández y al entrañable poeta paraguayo, Elvio Romero (amigo personal de Víctor y célebre biógrafo de Miguel Hernández), a Luis Cernuda, a Luis de Góngora, al abuelo instantáneo de los dinamiteros (Vallejo dixit) Francisco de Quevedo, a Sor Inés de la Cruz, a Hesíodo, a Antonio Machado, a Juan Gelman, a Vicente Aleixandre, entre otros muchos. Víctor además de leer con emoción y énfasis matizaba las conversaciones con innumerables anécdotas y respondía a nuestras acuciosas preguntas. Tenía una información bárbara, no sólo sobre literatura proletaria, nos hablaba con la misma desenvoltura de Walt Withman, T.S. Eliot, Ezra Pound, John Keats, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Bertold Brecht (a quien ya leía desde la Academia Preuniversitaria de la Federación de Estudiantes de la UNSCH). Y por supuesto, cada lectura y conversación escuchando jazz. Ahí estaban: Bix Beiderbecke y su inmortal corneta, Louis Armstrong y su trompeta con voz ronca y rasposa, Billie Holiday con su voz dulce y débil pero potenciada por la magia del micrófono, Bessie Smith la más grande cantante del Blues, Duke Ellington genial creador y director de orquesta donde cada integrante es a su vez estrella, el inmortal y genial renovador Charlie «Bird» Parker y su saxo alto, -para quien el entrañable Julio Cortázar escribió El perseguidor (su biografía) y el gran Clint Eastwood lo eternizó con su filme Bird-; las celebres cascadas pianísticas de Erroll Garner. El saxo tenor de Coleman Hawkins, Lester Young, Stan Getz (mi favorito) y un largo etc, etc, etc. En guitarra Charlie Christian, el gitano Django Reinhardt, Wes Montgomery, entre otros. Nat King Cole en su fase jazzística, no cuando se convirtió en comercial y populista. Mención aparte merece el gran trompetista Miles Davis y su canto, silente y de protesta, innovador del jazz y del rock, el primero en fusionar ambas vertientes con talento y creatividad, a quien Víctor le dedicó varios poemas. También traté de homenajearlo en Orfeo, después de los infiernos. Todo lo que sé de jazz lo aprendí de Víctor.

Pero no sólo era jazz lo que escuchábamos, también era el tango5, del cual Víctor tenía una envidiable colección, especialmente de Aníbal Troilo, Carlitos Gardel, Libertad Lamarque, la entrañable Tita Merello y sobre todo Julio Sosa. Yo soy hincha del Tango desde la primaria, porque en las radiolas serranas nunca faltaban tangos y música mejicana. Y también era folklore latinoamericano, especialmente argentino. Pero sobre esto, mis conocimientos iban casi a la par con los de Víctor, porque también yo desde estudiante de secundaria me había gustado mucho todo lo referente a folklore y había coleccionado folklore peruano en primer lugar, mejicano y argentino, especialmente Atahualpa Yupanqui y los Chalchaleros. Pero con Víctor pude conocer también folklore colombiano, chileno, venezolano y paraguayo. A través de él pude conocer a nuevas figuras del folklore argentino como Carlos Di Fulvio, Los Cantores de Quilla Huasi, los Fronterizos, Julia Elena Dávalos, los Hermanos Dávalos, entre otros muchos.

Lima 1968. Víctor Mazzi T. y Artidoro Velapatiño durante un recital poético.
En abril de este mismo año, recuerdo un importante evento en la casa huerta de Víctor: organizamos un almuerzo con tarjeta de invitación y aportación de solidaridad, al que asistieron Juan José Vega (Rector de la Cantuta), Álvaro Villavicencio, Oswaldo Reynoso, Francisco «Paco» Carrillo, las secretarias de J.J. Vega, Martín Oré (Presidente de la Federación de Estudiantes de La Cantuta) David Valenzuela y otros más que no recuerdo. Entre los miembros del GIPM, Víctor, como anfitrión junto a su esposa Justina, Leoncio Bueno, Eduardo Ibarra, Jesús Ángel García, Magno Dueñas, José Gutiérrez, Teodoro Stucchi, Oswaldo Pacheco, Víctor Ladera y el Marqués de Oliveira quien en realidad fue el verdadero organizador del evento, porque el motivo central de aquel almuerzo fue rendir homenaje a César Vallejo a través de un monumento que ese mismo día construimos, colocando una piedra negra de regular tamaño sobre una enorme piedra blanca (fue idea del Marqués) en el centro del huerto de Víctor a orillas del río Rímac. El objetivo era publicar una plaqueta. En el evento, Leoncio Bueno se encargó de cocinar un exquisito espesado de choclo con guitarra frita, un arroz con pato excelente y una frejolada inolvidable y por supuesto chicha de jora norteña, previo aperitivo de pisco, naranja y huevos que fue elaborado por el especialista: Jesús Ángel García. Fue una reunión muy amena llena de poesía, música y prolongada conversación.

Fue en este año que la Asociación de Centros Federados de la UNI (ACUNI) organizó un concurso para obreros de Poesía y Ensayo, donde tres miembros del GIPM acapararon los premios: En Poesía: 1º puesto Víctor Mazzi, 2º puesto Eduardo Ibarra. En Ensayo: 1º puesto Víctor Mazzi, 2º puesto Teodoro Stucchi. Según el jurado, en poesía no hubo discusión: fue por unanimidad, pero en ensayo hubo algo de discusión: es indiscutible que el ensayo de Víctor Mazzi sobre literatura proletaria era una pieza maestra en erudición y manejo del lenguaje (y eso que Víctor sólo estudió hasta el tercero de primaria); mientras que el ensayo de Teodoro Stucchi sobre el papel de los intelectuales en las luchas proletarias era en opinión de Luis Lumbreras (uno de los jurados) una magnifica muestra de intuición literaria y política, hecha, como se dice a «puño limpio», sin mucha erudición, pero con mucho sentimiento. Para nosotros, en el GIPM eso era secundario; lo importante fue el triunfo absoluto del grupo. Como consecuencia de este acontecimiento nos invitaron a muchos recitales: en la misma UNI, en la Universidad de San Marcos, Agraria, La Cantuta y también en Barranco, en el famoso Puente de los Suspiros, invitados por Catalina Recabarren y Melba Luna.

Ese año vino de visita al Perú Gabriel García Márquez, quien acababa de publicar Cien años de soledad. Por esta memorable ocasión hubo un cóctel de recepción de los escritores peruanos y Víctor fue invitado como representante del GIPM. Entre el marqués de Oliveira y Leoncio Bueno tramaron y acordaron vestir a Víctor con frac y corbata michi a la cena. Alquilaron el traje adecuado y lo enviaron en taxi. El caso es que todo los asistentes a la cena fueron vestidos de sport, -Gabo incluido-, solamente el representante de la literatura proletaria estaba vestido como para recepcionar a quien en 1982 ganaría el premio Nobel de Literatura.

En octubre se realizó un congreso de todos los miembros del GIPM, para renovar la Junta Directiva, actualizar los estatutos y ratificar el manifiesto de fundación del GIPM. Recuerdo que asistieron Víctor Mazzi, Leoncio Bueno, Jesús Ángel García, Eduardo Ibarra, José Gutiérrez, Carlos Loayza, Luis Cohaila, Gladis Basagoitia, Víctor Ladera, el marqués de Oliveira, Oswaldo Pacheco, Manuel Acosta Ojeda y algunos otros que ya no recuerdo. Se discutió bastante, hubo momentos tensos, porque aparecieron las primeras manifestaciones de un cisma que vendría poco después. Aunque se terminó el evento superando las discrepancias, se ratificó el acta de fundación y se hicieron algunas modificaciones a los estatutos. Al final se eligió la Junta Directiva presidida por Víctor Mazzi e integrada por Leoncio Bueno, Eduardo Ibarra, Carlos Olivera y quien escribe esto. Lo que recuerdo bien es el juramento que hizo Víctor a la flamante junta directiva: ¿Juráis por los sagrados intereses del proletariado cumplir la misión que este magno congreso os ha encargado? Respondimos a coro un enérgico: ¡Si Juro! y Víctor prosiguió: Si así lo hicierais, el GIPM y el proletariado os premiarán, en caso contrario ¡os ajusticiaremos! Quedamos pasmados ante tal amenaza. Y Víctor, como lo confesó después no había reparado en lo que dijo. Pero este evento trajo como consecuencia el alejamiento definitivo de Leoncio Bueno, Jesús Ángel García, Miguel Carrillo y otros.

Las reuniones que antes realizábamos en El Tungar, fueron trasladadas a los días miércoles en la noche, en el mítico bar El Palermo en la avenida La Colmena. A estas reuniones asistían Víctor Mazzi como Secretario General, Eduardo Ibarra, Oswaldo Pacheco, Víctor Ladera, José Gutiérrez, Magno Dueñas, Luis Cohaila, Carlos Oliveira. Eran frecuentes los encuentros con Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Cesáreo Martínez, algunos integrantes de Hora Zero como Jorge Pimentel, Manuel Morales; Enrique Verástegui. A veces caían Juan Gonzalo Rose, Eleodoro Vargas Vicuña con su característico ¡Viva la vida carajo! Una noche nos preguntó quien era a nuestro parecer el mayor literato peruano a cada uno de nosotros y cada uno respondió según su parecer y al final él nos dijo que el mejor literato peruano y del mundo era ¡Eleodoro Vargas Vicuña!

Durante ese año tratamos de publicar la revista Columna de Luz, que iba a ser un homenaje al Che Guevara en el primer aniversario de su sacrificio, pero por una serie de contratiempos no permitió que cumplamos dicho objetivo. Recién al año siguiente pudimos publicar este cuaderno del GIPM.

Cuando nos invitaban a recitales en San Marcos, la UNI o la Agraria, siempre terminábamos en El Palermo. A veces del Palermo íbamos a Radio Agricultura donde Manuel Acosta Ojeda tenía un programa cultural de 4 a 5 a.m. auspiciado por un infame pisco MASH donde leíamos poemas, previa una corta entrevista de Manuel. Por el crudo invierno limeño teníamos que beber el bendito pisco Mash, que creo costaba cuatro soles la botella, pero por el auspicio nos salía gratis.

A Víctor también le gustaba jugar el popular juego de dados crap, popularmente llamado «cachito». Una de esas tantas noches en presencia de Ibarra, Pacheco y el marqués de Oliveira nos enfrascamos en una partida de cachito, con fondo musical de puro jazz y con un cañazo muy fino (contribución del marqués). Ahí Víctor nos enseñó sesenta y tres variedades del cachito que nos llevó hasta las seis am del domingo.

Una noche, creo era enero o febrero, cuando estábamos en una de las acostumbradas veladas literarias en la salita de la casa de Víctor sazonadas con un buen pisco, el ambiente en pocos minutos se inundó de agua turbia a gran velocidad y cada vez más turbulenta: era una de las crecidas del río Rímac. Todos los presentes, más los hijos de Víctor, empezamos a trasladar los libros y discos de Víctor al cuarto de Gilberto, hermano menor de Víctor, mientras doña Justina con justa razón reclamaba que rescatáramos primero cosas más útiles para la sobrevivencia. Al fin, al cabo de un par de horas, la inundación amenguó. Y la velada prosiguió en la habitación de Gilberto.

También este año ingresó al grupo la poeta chiclayana Beatriz Moreno, que ya tenía publicado su poemario Palabras para Hablarles. Nos acompañó en muchos recitales y actividades del GIPM. Estuvo con nosotros hasta inicios del año 1972. Después desapareció como vino, silenciosamente.

Paralelamente en Chosica también desarrollamos una intensa actividad cultural, especialmente los días sábados por la noche. En alguna de estas actividades, Víctor me programó para hablar de la actividad cultural en el Sindicato de Obreros de la fábrica de calzado Bata Rímac. Cuando le pregunté a Víctor que es lo debía exponer, él me aconsejó que hablara de cuestiones generales y calculó que vendrían de quince a veinte obreros, que a lo más duraría unos veinte minutos y no creía que harían demasiadas preguntas. Pero grande fue nuestra sorpresa, porque vinieron unos ochenta obreros que estaban muy informados sobre cultura sindical, habían leído a José Carlos Mariátegui, Manuel Gonzáles Prada, Antonio Gramsci y en literatura Máximo Gorki, Vasco Pratolini, Fedor Dostoievski, Antón Chejov, José María Arguedas, Julián Huanay, entre otros. La actividad programada de siete a ocho de la noche, se prolongó hasta casi las once. Víctor tuvo que auxiliarme ante las interminables preguntas e intervenciones. Donde pude defenderme bien era en lo referente a folklore, música social y de protesta y en los aspectos de educación. Una vez concluida la actividad bebimos cocteles y cervezas y seguimos conversando hasta las tres de la mañana. Fue una gran lección para mí y aún Víctor dijo que quedó sorprendido del grado de conocimientos de los obreros del Sindicato Bata Rímac.

1970 fue importante para el grupo, porque ingresan al GIPM gente valiosa como el poeta piurano Alberto Alarcón, excelente decimista con un estilo muy propio, Julio Carmona poeta de gran brío y excelente declamador. Fue un buen refuerzo para el GIPM, después que se habían apartado por voluntad propia gente muy valiosa. Al mismo tiempo también ingresaron jóvenes estudiantes como Néstor Espinoza, Joaquín de los Santos, Donald Jaimes, Pablo Vega, Hernán Parra, Raúl Soto. Con el aporte de estos nuevos integrantes realizamos muchas actividades en Chosica y en Lima comandados siempre por Víctor. Las reuniones en El Palermo se hicieron más intensas y discutíamos ampliamente. También los sábados en la casa de Víctor en Chosica. Estos nuevos integrantes eran sus asiduos visitantes.

Entre los años 1970 a 1972 había bastante actividad cultural en La Cantuta, impulsadas por el Rector Juan José Vega y una excelente plana de docentes. Yo visitaba con frecuencia mi universidad y me encontraba con los nuevos integrantes del GIPM y programábamos recitales, fórums, conferencias que estaban a cargo de Víctor, Julio Carmona y Eduardo Ibarra. Y se armaban polémicas, pero de ideas, sin las batallas campales que más tarde aparecieron, por la nefasta presencia de sectas partidarias y empezó la debacle de La Cantuta.

El último año que permanecí en Lima fue en 1973, en agosto vine a residir a Tacna por razones de trabajo, sin saber que me quedaría a radicar hasta hoy en día. A insistencia de Víctor y el decidido apoyo de Pablo Vega (quien fue mi editor), Donald Jaimes y Joaquín de los Santos, publiqué mi segundo poemario, cuyo prólogo lo hizo con generosidad Marco Martos. La presentación del libro fue en el SAYCOPE, gracias a Manuel Acosta Ojeda, quien era secretario general. En la actividad hablaron Manuel Acosta, a nombre de la institución, Marco Martos presentó oficialmente el libro y Víctor Mazzi a nombre del GIPM.

Durante la fase de final encuadernación y colado del libro nos sobraron algunos cartones y papel. Con Donald Jaimes y Joaquín de los Santos preparamos un manuscrito fraguando un viejo códice del siglo XVI e improvisamos un cantar de gesta en castellano antiguo, que decía: «Homenaje a las fazañas del Caballero Andante Don Victor Maese Troxillo, desde su nacimiento en Apata (Junín) hasta el nacimiento se su sexto hijo Federixo, el mochacho de la sonaja roxa sobersiva», y se lo entregamos. Víctor festejó la broma con su risa estereofónica de siempre. También entre estos integrantes y Pablo Vega le propusimos a Víctor publicar una antología de su obra poética que recogiera lo mejor de su creación. La antología debía llevar el nombre Salvajismo, Barbarie y Civilización porque pretendía ser un juicio crítico de su obra con justamente tres secciones. En Salvajismo iban a ir sus primeros poemas de Guirnalda de canciones a Chosica. En Barbarie iban ir sus poemas casi panfletarios como aquel que empezaba con: Rosa camarada mía, / te entrego la luz de mi canción…, y en Civilización irían sus poemas de madurez, donde el lirismo alcanza su más alta impresión como el poema en homenaje a Jiri Wölker: Jiri Wolker/las jarcias en altamar /las gaviotas en el muelle/y tu canto/que asiste en el rompeolas/de nuestra clase obrera…, iba a ser prologado por Francisco «Paco» Carrillo. Víctor compartía nuestro divertimento y él mismo sugería el destino de sus poemas para determinada sección.

Como dije, en agosto de este año vine a trabajar a Tacna por el INEDE y el PRONAMEC, para capacitar los profesores de primaria y secundaria en Matemática, dentro del programa de reforma educativa del gobierno de Velasco. Víctor me recomendó buscar a Livio Gómez, quien ya residía en Tacna desde 1977 traje algunas publicaciones para entregárselas. Livio me recibió muy bien y a los tres o cuatro días hizo un comentario sobre el GIPM y mi persona, recordando la trascendencia de Víctor Mazzi y Leoncio Bueno a quienes Livio conocía muy bien.

Cuzco 1974. Durante la filmación de Allpa kallca. Víctor Mazzi T., Juan Santos,
Bernardo Arias (Director de la pelicula) y Guillermo Campos.
Con Víctor seguí comunicándome mediante cartas y cuando iba a Lima, una de las primeras cosas que hacía era visitarlo y preguntarle por las novedades del GIPM, que ahora tenía nuevos componentes y tenían bastante actividad como viajes a Huancayo, Jauja, Trujillo, Talara, Chiclayo y Cusco. Recuerdo que entre los años 1974 y 1975 hubo un congreso en Huancayo donde el GIPM tuvo descollante actuación a través de Víctor Mazzi, Eduardo Ibarra, Julio Carmona y Alberto Alarcón.

En 1974 Víctor me notició que estaba participando en un alucinante proyecto como actor de la película Allpa Kallpa (La Fuerza de la Tierra), que trataba sobre las luchas del campesinado del Cuzco por su reivindicación y denunciar los rezagos del gamonalismo, con el cómico Tulio Loza entre los protagonistas. Las escenas más importantes se filmaron en Huasao. Incluso me dijo que para mi había conseguido un papel: el de opa que entre los campesinos, opa es un ser disminuido, pero escogido por Dios. El proyecto empezó a concretarse bien, contaban con la participación de destacados actores, entre ellos si mal no recuerdo estaba Delfina Paredes, Hudson Valdivia, Zully Azurín. A Víctor le pagaron los pasajes por avión y lo alojaron en un buen hotel. Pero ya desde el principio empezaron los problemas, no se cumplió con las condiciones de contrato, se cambiaron los guiones, entraron como actores gente de la farándula como Cuchita Salazar, Guillermo Campos, Gladys Arista. Víctor se desvinculó del proyecto y junto a otros actores retornó a Lima totalmente disgustado. Total algo que iba a ser un interesante filme dramático—social se convirtió en un drama—comedia desdibujando su original intención de denuncia social. Al fin le adicionaron escenas de marinera y otras por el estilo. Las escenas donde Víctor participaba por supuesto quedaron totalmente eliminadas. Así finalizó esta breve incursión de Víctor en el cine nacional.

Por esos tiempos Víctor seguía con su puesto de venta de libros cerca del comedor universitario de La Cantuta. Estuvo allí hasta febrero de 1977, año de la intervención militar a La Cantuta. Víctor perdió su trabajo y muchos libros. En 1976 Víctor publicó el importante libro Poesía Proletaria del Perú (1930—1976), que es una antología con un estudio y notas y comentada por Paco Carrillo.

En abril de 1978 gracias al auspicio y decidido apoyo del poeta Segundo Cancino publicamos el poemario de Víctor, Memorial de un tiempo a otro dentro de la colección Mojinete de poesía. También ese mismo año Víctor y yo codirigimos el único número de la revista literaria Canto y Seña, siempre con el apoyo de Segundo Cancino.

Este mismo año, la Universidad Nacional Jorge Basadre trajo a Tacna a Víctor Mazzi y Julio Carmona para dar charlas y recitales. Fue grato encontrarnos con dos de mis compañeros del GIPM después de varios años de actividad conjunta en Lima y Chosica. Aquí había mucho interés de conocerlos tanto por los poetas tacneños como los estudiantes de lengua y literatura de la UNJBG. Después de haber compartido actividades con Víctor y con Julio, en la noche ya en mi cuarto, les pude hacer escuchar los discos de Jacques Loussier Trio que es un combo de piano, contrabajo y batería especialista en Johann Sebastián Bach transportado al jazz. A ambos les gustó mucho porque no lo conocían. También tuvieron oportunidad de conocer la campiña tacneña y en ella el vino tinto y la comida típica tacneña y las célebres cantinas como el famoso Chancho Azul, El Porvenir, El Criollito, el Balalaika, entre otros.

Entre los años 1979 y 1982 sólo pude comunicarme con Víctor a través de la correspondencia. Por él sé que el GIPM, con sus nuevos integrantes, desarrolló intensa labor con participación en recitales, charlas, congresos y diversos eventos en Lima, Huancayo, Trujillo, Cusco, Piura.

Entre los años 1983 y 1985 residí nuevamente en Lima, con ocasión de estudiar una maestría de Matemática en la PUCP. Volví a visitarlo en Chosica los sábados por la noche, tal como en antaño lo hacía y nuevamente compartimos poesía y música (sobre todo jazz) en veladas inolvidables. Tuve oportunidad de conocer a nuevos integrantes y algunos viejos integrantes del GIPM que lo visitaban.

En una de estas visitas no encontré su casa. ¿Qué había pasado? Su casa había sido totalmente arrasada por una de las temidas crecidas del río Rímac y estaba entre los damnificados que perdieron sus viviendas y gracias a su prestigio de buen vecino, al menos le dieron una habitación con techo y puertas en el Coliseo de Chosica que habían habilitado para la emergencia. A otros vecinos les dieron carpas. Pese a la estrechez de su nueva residencia Víctor nos recibía con el mismo cariño de siempre. Por esa misma época fue incorporado a tiempo completo en el proyecto de investigación La generación del 50 en la Literatura peruana del siglo XX con Miguel Gutiérrez como gestor y coordinador del mencionado proyecto, la integraban los poetas Carmen Ollé, Félix Huamán Cabrera, Manuel Velásquez Rojas y otros docentes de la UNE.

Por esos años, junto a Raúl Soto, puso un nuevo puesto de libros en la sexta cuadra de la avenida Camaná en Lima. Fue el nuevo lugar de encuentro para conversar y recordar los viejos tiempos. Lo visitaban poetas, narradores, estudiantes. Allí tuve oportunidad de conocer al gran Víctor Humareda a quien Víctor me presentó. En esa primera ocasión que lo vi, Humareda al curiosear los libros que Víctor vendía, encontró un viejo ejemplar de Poemas Humanos y dijo: ¡Vallejo no me gusta porque es muy llorón! Al requerirle qué poetas le gustaban manifestó que Baudelaire, Rimbaud, Whitman, que celebraban la vida. Ya después lo visitamos con Víctor y otros miembros del GIPM en su casa taller en la ya mítica habitación 283 del Hotel Lima, en La Parada, donde destacaban retratos y dibujos de su musa Marilyn Monroe. Siempre íbamos por lo menos de a tres, porque era una zona peligrosa. Por allí cerca vivía también nuestro amigo Teodoro Stucchi, miembro del GIPM. Curiosamente constaté la falsedad de quienes, sin conocer al extraordinario pintor, difundieron el mito de su alcoholismo: Humareda no tomaba alcohol, era adicto al café con leche.

Este nuevo lugar del puesto de libros de Víctor, tenía las mismas características de su puesto de libros del Comedor de Estudiantes de La Cantuta, porque aquí también venían nuevamente estudiantes y recibían las enseñanzas y consejos que como siempre, con paciencia y dedicación, ofrecía el viejo maestro; y también era un centro de encuentro con todo aquel dedicado a alguna forma de arte o política.

La Cantuta marzo de 1986. Wilfredo Rodríguez, hermana y Víctor Mazzi T.
Por esta época hubo ocasión que dos de mis maestros más queridos se conocieron entre sí: El Doctor en Matemática suizo Eugen Blum y Víctor Mazzi, por supuesto en una enorme cantina de la Plaza Manco Cápac, ahí también estaban Julio Carmona, Eduardo Ibarra y el marqués de Oliveira.

A principios de 1986 tuve que retornar a Tacna a reincorpórame a la Universidad Nacional Jorge Basadre y nuevamente la comunicación fue por correspondencia. Me enteré que había sido contratado como promotor del Área de Promoción y Difusión de la Biblioteca y Centro de Documentación de la Universidad Nacional de Educación bajo la dirección del Dr. José Mendo Romero, reconociéndose así, por fin, todo el valor que representaba el intelectual obrero Víctor Mazzi Trujillo.

1989 fue un año aciago para mi. A mediados de febrero me avisaron que el domingo 12, Víctor había dejado de existir. Ese mismo año murieron en cortos intervalos mis dos padres. Cuando retorné a Lima en enero del dos mil cuatro, una de las primeras cosas que hice fue visitar su viejo domicilio en el jirón Colombia de Chosica. Encontré la casa totalmente reformada, pero siempre conservaba el viejo olor a paltos y carrizales, tal vez por la perseverancia y el gran amor que ha puesto, Víctor, su hijo y heredero del patrimonio cultural, de rescatar todo el trabajo; quien además me recibió con gran cariño junto a su amable esposa. Tuve ocasión de ver a la entrañable doña Justina, ya anciana, pero siempre cariñosa. Pedí a Víctor que me llevara al cementerio de Chosica para dejar algunas flores en la tumba del poeta.

He preferido hacer este testimonio sobre Víctor Mazzi Trujillo, de lo que significó para mí como persona, del entrañable e inolvidable amigo y maestro, y así también, de los recuerdos del Grupo Intelectual Primero de Mayo, tan presentes en este poemario que se edita en su memoria.

Tacna, octubre del 2011

Notas finales
1 Lo conocí cuando aún era en estudiante secundario en Ayacucho y él dirigía la Escuela Regional de Bellas Artes y nos dio una excelente clase de historia del arte a los alumnos de quinto de secundaria. A su perdurable memoria dediqué la segunda edición, corregida y aumentada de mi libro A TIEMPO COMPLETO que me publicó el poeta Segundo Cancino en Tacna. Sus hijos Alfonso, Luis y José heredaron el arte y las virtudes de este inolvidable maestro.
2 Como olvidar aquel magnífico poema: «Nacer a la vida y ser apaleado/ Cruzar con urgencia la niñez/Y ser apaleado /Creer en la felicidad /Y ser apaleado /Amar y ser apaleado /Estar en la verdad /Y ser apaleado /Una pausa / Porque el lomo del hombre /No es tan fuerte.»
3 Víctor Mazzi, Hugo Bravo, Guillermo Daly, David Valenzuela y Egúsquiza, el técnico proyectista, tuvimos el privilegio de verla en 1967, en una copia clandestina que trajo Juan José Vega, en unos rollos, cuya carátula titulaba: «Alicia en el país de las maravillas».26 27
4 Él contaba que en Bogotá daba miedo pararse en una esquina porque todo el que se acercaba a uno era poeta.28 29
5 Pero quien nos llevaba lejos en tango, era el chofer del Rector Juan José Vega (creo que apellidaba Sifuentes): él fue quien nos dio cátedra de Tango de 6 p.m. hasta 6 am., en una inolvidable noche de tango y caña pura. Se sabía al detalle todos los datos de la grabación: los datos del autor, el año de grabación, las diferentes versiones, los componentes de la orquesta, del cantante, en fin todo.